Image: Espacios fuera de órbita

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Arte

Espacios fuera de órbita

22 enero, 2018 01:00

De izquierda a derecha, Juan Ugalde, José Maldonado, Manolo Dimas, César Fernández Arias y Patricia Gadea en la Galería Mari Boom, 1985, por Javier Campano. VEGAP, Madrid, 2017

Coincidiendo con la exposición La cara oculta de la luna. Arte alternativo en el Madrid de los 90 que podemos ver estos días en CentroCentro, hemos preguntado a varios creadores, editores, comisarios y promotores del mundo del arte sobre el lugar que ocupan hoy los espacios y proyectos independientes en la capital.

La revisión del reciente pasado artístico de nuestro país es una tendencia detectable en la programación de museos y centros de arte. Lo señalaba Elena Vozmediano en su análisis del año que acabamos de cerrar citando, entre otras, la exposición que el CA2M dedicó a Espacio P, un lugar de encuentro y experimentación alrededor de prácticas de acción en la madrileña calle Núñez de Arce. A partir de 1981 este lugar acogió los proyectos de artistas que trabajaban a la sombra del sistema, donde no tenían hueco.

Unas instituciones que aún se estaba formando en torno a iniciativas como la feria de Arte Contemporáneo de Madrid ARCO de la mano de la galerista Juana de Aizpuru en 1982 y el Reina Sofía en 1986, primero como centro de arte y en 1988 como museo nacional, abriendo su colección permanente en 1992. Por su parte, entidades como la Fundación Caja de Pensiones, el Círculo de Bellas Artes o la sala Amadis, dependiente del Instituto de la Juventud en Madrid, apoyaron con programas específicos a los artistas del país. Iniciativas privadas -y alguna pública-, a la que se unieron galerías, como la de Fernando Vijande, Juana Mordó, Biosca o la misma Juana de Aizpuru, y que actuaron como catalizadores del coleccionismo y la internacionalización de sus artistas.

En paralelo a esta fiebre por el arte se vivió una eclosión de espacios y proyectos, por parte de artistas y gestores cercanos al arte, cuyas prácticas e intereses no estaban presentes en este nuevo marco. "Los artistas que entonces teníamos de 25 a 30 años estábamos interesados en nuevos lenguajes, en experimentar con formas de hacer arte que no era fácil de ver en Madrid: performance, instalación, videoarte, experimentos editoriales, arte en espacios públicos…", cuenta Tomás Ruiz-Rivas, comisario de La cara oculta de la luna en CentroCentro, una exposición sobre los escenarios del arte alternativo en el Madrid de los 90, que vivió también como gestor y creador. Un recorrido cronológico por algunos de sus espacios emblemáticos. "Tuvimos que "inventar" las plataformas necesarias para producir y compartir este tipo de arte que se desarrolló fuera de un círculo muy conservador, tanto en el mercado como en las instituciones, dominado por la pintura", explica.

Un círculo que pretende abrirse en esta exposición a través de una amplia documentación, vídeos, fotografías y obras específicas -la mayoría inéditas- realizadas de nuevo por sus autores para llenar los huecos y recuperar la "otra" historia del arte reciente en Madrid. Este recorrido se inicia con precedentes como el mencionado Espacio P, y se va sucediendo a través de una treintena de proyectos y espacios de diversa naturaleza, distribuidos en forma de paneles explicativos con el nombre de cada propuesta, su duración, una nota histórica e hitos temporales. En su primera parte, nos encontramos con iniciativas herederas del espíritu subversivo de la Movida Madrileña, como el grupo Estrujenbank, consolidado en 1990 por Patricia Gadea y Juan Ugalde, que establecieron una sala de exposiciones en su estudio del Paseo de Delicias.

Vista de sala. Foto: Lukasz Michalak

Estas primeras experiencias de los 90 van cobrando importancia con el tiempo, cuando los mismos artistas que crearon sus propios espacios se fueron involucrando en nuevos proyectos. Así se formó un tejido creativo muy amplio y muy cohesionado. Esta red de artistas, desencantados con el sistema -del que algunos formaban o formarían parte más adelante- realizaron acciones puntuales, la mayoría de muy corta duración, como la Galería Mari Boom, un "espacio" efímero en la entrada del metro entre la calle Lagasca y Parque del Retiro, que jugaba con el nombre de la neoyorkina Mary Boone Gallery, pero también la Galería Valgamedios que protagonizó la ocupación de un stand de ARCO en 1990.

Una generación-puente

La exposición continúa con estudios de artistas convertidos en espacios de exhibición, pero también de diálogo, como El almacén de la nave de Manolo Quejido, o El Ojo Atómico, fundado por el propio Ruiz-Rivas, cuyo cierre propició su salto a México en 2007 con el proyecto de Antimuseo, centrado en iniciativas dentro del espacio público. "Allí, una nueva generación de artistas y comisarios se unieron para transformar el panorama y renovar las instituciones, y además tuvieron apoyo desde dentro de estas". Y es que si se persigue la duración el entusiasmo de sus promotores no es suficiente.

Sobre arenas movedizas se asientan actualmente unos espacios que se niegan a hundirse. Uno de ellos es Cruce que continúa desde 1993 como espacio de apoyo y reflexión en torno al arte y el pensamiento, primero en la calle Argumosa, y desde 2002, en Doctor Fourquet. Es el más veterano de estos espacios independientes en Madrid, cuyos socios deciden los cargos de su dirección cada cuatro años. "Mi incorporación a Cruce tuvo lugar en un momento crítico" comenta su actual director, Daniel Lesmes. "La preocupación de los artistas por el amplio despliegue de medios con los que contaba las instituciones y la "profesionalización" del activismo artístico (lo cual resulta bastante paradójico), fueron problemas que desestabilizaron el proyecto". Pero si por algo se caracteriza Cruce es por desarrollarse al margen del estatus profesional de sus miembros. "Ese excedente es lo que apasiona tanto el debate aquí y lo que hasta el momento lo ha mantenido abierto, precisamente por estar alejado de otro tipo de intereses que no responden ni al arte ni al pensamiento".

Do it yourself

Otro proyecto que continúa a flote es La Más Bella, sin sede física, y que desde 1993 edita de forma regular la Revista Experimental Más Bella, en diferentes soportes. Además, producen artículos en forma de máquinas expendedoras con productos editoriales y artísticos, e imparten talleres y ciclos relacionados con sus actividades. Sus promotores, Pepe Murciego y Diego Ortiz, lo tienen claro tras veinticinco años de actividad. "No tenemos un reto concreto más allá de disfrutar haciendo actividades bellas". Afirman que nunca se detuvieron a pensar hacia dónde iban. "Éramos amigos, vecinos, compañeros de facultad o alguna combinación parecida. En 1993 la única motivación que teníamos era editar un fanzine: una publicación rápida de producir, barata de editar y ligera de distribuir, con unos contenidos provistos por nuestro entorno más cercano, y que tenían algún tipo de inquietud y actividad artística, literaria o similar". En seguida vieron las posibilidades de experimentación que ofrecía, no sólo por su formato, sino también por contenidos, presentación o capacidad de sorpresa. Para ellos, el futuro lo determinan los avatares personales de sus miembros más que ningún otro factor.

Sistema de ventilación de Diana Larrea en Espacio F, 2000

Cambiamos de década, y también de milenio, la exposición continúa a través de una serie de iniciativas con un pie dentro del espacio privado y otro fuera del espacio público. Es el caso de Espacio F (1998-2013) en el Mercado de Fuencarral y Window 99 (1999) impulsado por el artista Rafael Suárez que invitó a una serie de artistas a intervenir el balcón de su vivienda durante un año. Aquí está representado el proyecto curatorial Doméstico (2000-2008). Para Virginia Torrente, comisaria junto a Teodora Diamantopoulos, Joaquín García, Andrés Mengs y Giulietta Speranza, la iniciativa surgió debido a una serie de casualidades. "La primera fue contar con un piso donde surgió el primer Doméstico de todos, que obviamente, recibió su nombre por el lugar en el que se realizó. Este piso nos dio las pautas de lo que en un principio era algo que surgió sin idea de continuidad: una casa con siete habitaciones, cocina y dos baños". Allí, invitaron a varios artistas a realizar una instalación site-specific en cada una de las estancias pensando detenidamente quién debía "ocupar" cada espacio, costeando la producción de obras a cada uno de ellos.

Debido al éxito de este primer Doméstico, la exposición se prolongó dos meses más junto a una serie de eventos paralelos a un ritmo de dos eventos a la semana. "Pensamos que Doméstico tenía que seguir sucediendo en el tiempo, cuándo y cómo se pudiera, y así sucedió durante ocho años, en diez ediciones que incluyeron también un programa de radio y un libro que reunió los cuatro primeros Domésticos". Añade que sus conclusiones fueron muy satisfactorias. "Nos dimos cuenta que, algo que en principio hacíamos porque nos entusiasmaba, se convirtió en un revulsivo de algo más grande". Un espacio independiente, ajeno a las galerías y a la institución, llevado a cabo con total entusiasmo.

Otras prácticas destacadas son La Hostia Fine Arts (2001-2008) con el vídeo-documental Explorando Usera o The Art Palace (2002 hasta hoy), cuyos integrantes son anónimos y desarrollan acciones de muy cora duración. Para finalizar, están presentes Mad.03, alternativa a ARCO, y Acción!MAD (2003 hasta hoy). Esta última plataforma se encuentra actualmente dirigida por Nieves Correa, performer y gestora de varios de los proyectos presentes en la muestra, quien incide que entonces no había en Madrid ningún festival o encuentro dedicado específicamente al arte de acción. "Poner en marcha Acción!MAD partió de la necesidad de tener un "espacio" en el que poder estar cerca de nuestra práctica y de otros artistas que como nosotros nos dedicábamos a esto". Su modelo inicial ha ido adaptándose a los nuevos tiempos con una parte dedicada a la formación y otra a las residencias. En la pasada edición se introdujo la figura del comisario invitado con Maricruz Peñaloza y el próximo año la encargada de dar forma al festival será Seiji Shimona. "Nuestro reto es la consolidación. Aunque el festival cumplirá quince ediciones en 2018 cada año hay que empezar de nuevo. De nuevo con las subvenciones, que pueden concederse o no, de nuevo con las instituciones con las que colaboramos, de nuevo con los espacios, de nuevo con la prensa, de nuevo con todo", concluye.

Comunidad, por encima de todo

La generación que toma el relevo a partir del año 2000 gestiona espacios como Los 29Enchufes, Liquidación Total o Menos Uno. Todos ellos tienen otra relación con las instituciones. Según Tomás Ruiz-Rivas, "en Madrid empieza a haber instituciones enfocadas a este tipo de prácticas artísticas, y en esas instituciones entran comisarios jóvenes que han conocido los espacios alternativos, tanto de Madrid como de otras ciudades del mundo". Además, los artistas hoy se enfrentan a cuestiones muy diferentes a los de hace 25 años. "Uno no es consciente de lo que está haciendo en el momento de hacerlo, simplemente actúa y experimenta, y sólo con los años puedes ver en qué acertaste y que cosas fueron irrelevantes". En todo caso, siempre toca reinventarse, seas joven o no tanto. "Los espacios alternativos como los conocimos en los 90 seguramente ya no tienen sentido, incluso las prácticas expositivas hace tiempo que han pasado a un segundo plano. Sin embargo, los "espacios", en esta época desmaterializada de Internet, creo que mantienen su importancia por la capacidad de generar comunidades locales".

Una opinión que comparte también Daniel Lesmes, "se podría decir que la reinvención es la forma de existencia de lo alternativo. A fin de cuentas lo alternativo implica siempre "otra cosa", un "otro" (alter). Pero no se trata de que tengamos que estar reinventándonos al modo en que lo exige la ley de "lo nuevo, siempre de nuevo". Lo alternativo no trabaja desde una lógica publicitaria sino experimental, es decir, fuera de un perímetro. "No se debe a lo público, sino a lo colectivo. Por eso, antes que proyectos o espacios lo que importa es que surjan colectivos. Si aún podemos hablar de otra cosa entre nosotros, tal vez empecemos a hablar (de nuevo y por primera vez) de arte, porque a fin de cuentas el arte es lo alternativo".

Vista de sala. Foto: Lukasz Michalak

La Más Bella no sólo entra en el debate sino que además ha realizado para la exposición una edición especial, bajo el nombre La Más Bella BANDA, que se distribuye gratuitamente subrayando una veintena de nombres que orbitan en torno al arte independiente en Madrid. Diego Ortiz y Pepe Murciego son optimistas y señalan que siempre ha habido espacios, y siempre los habrá. "Hablamos de actividades que por su naturaleza no tienen límites. Algunos son espacios físicos, otros son eventos con espacios mutantes, otros proyectos cuyo espacio es la persona que hay detrás. Son veinte pero podían haber sido cuarenta, ahí están, haciendo actividades inclasificables y adecuadas a los intereses y posibilidades de sus promotores."

La institución para Nieves Correa es como una mancha de aceite que se va extendiendo y va absorbiendo estas prácticas y proyectos independientes hoy. Otros, en cambio, aparecen en sus lindes. "No estamos en los años 70, ni 80, ni 90, lo que en aquel momento fue "alternativo" ahora forma parte de la institución con todos los honores. Estamos en 2018 y ahora están surgiendo nuevas prácticas y proyectos que quizá ni siquiera sabemos que existen pero están ahí, produciendo y gestionando nuevas ideas." Y Virginia Torrente pone ejemplos de estos nuevos proyectos. "A partir del caso Rampa, en Madrid hace unos años, la gestión de espacios con contenidos interesantes se centra directamente en los estudios de artistas, cuyos locales en algunos casos, son los protagonistas de muchas de las cosas a destacar que están ocurriendo en Madrid". De nuevo, toca reinventarse constantemente. "Podemos hablar, de proyectos independientes interesantes, como son Yaby, gestionado por Beatriz Ortega y Alberto Vallejo" añade Torrente. "También de eventos que suceden periódicamente en estudios como Mala fama y Nave Oporto, otros que están empezando a funcionar como 35.000 jóvenes, todos ellos en la zona de Carabanchel, que ya tiene un evento a lo grande como es ArtBanchel. Y podemos hablar de algo que es casi un clásico y lo digo porque no queremos que desaparezca pese a su precariedad, como es Salón de Ángela Cuadra".

En el horizonte se vislumbra una conjunción muy interesante entre gestores y artistas que prescinden de la institución. Hay quienes, no les queda más remedio que buscar esa vía independiente o alternativa, gestionando sus propios espacios. Pero en este marco, a menudo desalentador, también es importante mirar atrás para ver lo que hemos avanzado de un tiempo a esta parte. Hay nuevos mundos por descubrir orbitando alrededor del sistema del arte.

@SilviaSSC91